Hay consenso: más del 99,9% de los artículos científicos revisados por pares publicados entre 2012 y noviembre del 2020 coinciden en que el cambio climático está causado principalmente por los seres humanos.
En el punto de mira de la COP26 estaban los combustibles fósiles, y el carbón en particular, por su contribución a las emisiones de CO2. De hecho, estaba previsto que la declaración final de la conferencia abogase por su eliminación, pero la oposición de varios países y el bloqueo de las negociaciones logró cambiarlo por 'reducción'.
Hay consenso, sí, pero «ahora el peligro reside en quienes intentan retrasar u obstaculizar medidas efectivas contra el cambio climático», avisa Eduardo Robaina en su reportaje 'De los negacionistas a los retardistas'. Y así fue: la COP26 terminaba con acuerdo entre las partes, pero posponiendo una vez más la inaplazable acción contra la crisis climática. Como se indica en el libro 'Energía sostenible. Sin malos humos', «la quema de combustibles fósiles es la principal causante del aumento de la concentración de CO2». Junto al dióxido de carbono, hay múltiples actividades humanas (o en las que interviene la acción humana) que suponen la emisión de metano, óxido nitroso o gases fluorados, todos ellos gases de efecto invernadero. Pero la principal causa de estas emisiones es la energía, responsable de un 64,5% (según datos de 2012) entre centrales de generación, procesos industriales, transporte, procesado de combustibles fósiles y uso energético en edificios. Así, no hay acción climática real si no es dejando atrás estos combustibles.
El cambio climático no es una amenaza futura, sino un peligro real y actual. Pero incluso quien crea, erróneamente, que no le afecta la salud medioambiental, debe ser consciente de los límites del planeta, aceptar que el crecimiento ilimitado es insostenible, imposible en un planeta finito y con unos recursos finitos. Y los combustibles fósiles no escapan de esta regla.
En su libro Petrocalipsis. Crisis energética global y cómo (no) la vamos a solucionar, Antonio Turiel afirma: «Un estudio detallado de la realidad económica del mundo y de su evolución muestra que la economía se asienta sobre una realidad física y que, por tanto, se halla sometida a los límites del propio planeta. Que no es un ente inmaterial, sino que posee una 'entidad física', por ello está sometida, como todos nosotros, a los dictados de la mecánica y de la termodinámica.» Unas páginas más adelante describe que «hemos creado un enorme monstruo que se alimenta de petróleo [...] La tercera parte de la energía que se consume hoy en día en el mundo proviene del petróleo, lo cual lo convierte en la fuente de energía más importante de todas las que usamos.»
Sobre los límites del planeta, es clave este otro fragmento: «Todos esos hidrocarburos no van a salir a la misma velocidad con la que hoy los consumimos, sino a la que permitan las limitaciones geológicas y físicas. Por así decir, la naturaleza nos impone un corralito en nuestra cuenta de petróleo, y no vamos a poder extraer lo que queramos cada mes, sino lo que esta nos deje. Aquí reside el verdadero problema.» Y ante cualquier problema, hay que buscar solución. Spoiler: según este doctor en Física Teórica, «jamás saldremos de esta crisis.» Para él, tampoco la energía nuclear, la hidroeléctrica, la eólica o la solar son la respuesta. Ni sistemas renovables como los basados en la energía geotérmica, la energía mareomotriz, la energía undimotriz o la solar de concentración. De hecho, 'Por qué no podremos mantenernos solo con energías renovables' es el título de un capítulo.
Esa es la cuestión: asumiendo que hay que prescindir de los combustibles fósiles, ¿es posible vivir como ahora sin ellos? ¿Se puede generar suficiente energía sostenible para mantener nuestro estilo de vida sin cambios? ¿Y será una transición ecológica o tan solo una transición energética? Volviendo a Turiel, concluye que «la solución que necesitamos no es científica ni tecnológica: tan solo social. Simplemente, precisamos de un nuevo sistema económico y social que no necesite forzosamente el crecimiento.» O tomando unas declaraciones de Emilio Santiago, coautor del libro ¿Qué hacer en caso de incendio?, «los límites del crecimiento tienen que estar siempre en el centro del debate y no es suficiente con una transición hacia las energías renovables; es decir, no se trata solo de hacerlo más limpio, sino de hacer menos».
«En un planeta que visiblemente se nos va, es necesario poner freno de inmediato a la locomotora del crecimiento», respondía Carlos Taibo en una entrevista para Climática con motivo de su libro Decrecimiento. En él, afirma que «si vivimos en un planeta con recursos limitados no parece que tenga mucho sentido que aspiremos a seguir creciendo ilimitadamente».
Así, crisis energética y crisis climática tienen un denominador común, y común debe ser la solución: limitar el crecimiento e incluso decrecer. Menos consumo y menos producción será más y mejor futuro.
Foto de Hello I'm Nik en Unsplash
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