¿Máquina o persona?

El matemático Alan Turing, fallecido en 1954 tras ingerir una manzana envenenada con cianuro, no llegó a ver cómo se acuñaba el concepto de 'Inteligencia Artificial'. 

Juzgado en 1952 por ser homosexual y condenado a la castración química, el considerado padre de la ciencia de la computación y la inteligencia artificial se quitaba la vida dos años antes de la Conferencia de Dartmouth, considerado como el evento germen de la Inteligencia Artificial como esfera o campo de actividad.

Sin embargo, en 1950 Turing ya publicó un artículo fundacional sobre Inteligencia Artificial, Computing machinery and intelligence,planteó esta cuestión: ¿Las máquinas pueden pensar? O, mejor,  ¿puede una máquina comportarse de manera indistinguible de un ser humano? Para resolverlo, propone aplicar el juego de la imitación, después conocido como el test de Turing. 

Para llevar a cabo este test debe haber una persona que plantee una serie de preguntas y una máquina y otra persona que las respondan. Si se trata de una máquina 'inteligente', la persona que pregunta no debe ser capaz de distinguir qué respuesta es humana y cuál de la máquina. 

Hoy en día, este test se puede utilizar para determinar la eficacia de máquinas que pretenden emular las funcio­nes conversacionales de los humanos, como los chatbots o de asistentes virtuales como Siri o Alexa.

En 2014, en el marco de las actividades organizadas en el 60 aniversario de la muerte del matemático británico, en la Royal Society de Londres se llevó a cabo su test. Un equipo de personas planteaba una serie de preguntas, conversando durante 5 minutos, y debía juzgar si estaban interactuando con otro ser humano o con una máquina. Para superar el test, al menos un 30% de los jueces debían pensar que las respuestas del robot eran humanas. El bot Eugene, que simulaba ser un adolescente de 13 años, logró engañar al 33% de un jurado compuesto por expertos en IA y personas sin formación específica en la materia.


Pese al interés mediático de este logro por ser la primera vez que una máquina superaba el test de Turing  –más de 60 años después de que se plantease– algunos expertos de la computación y la inteligencia artificial
coincidían en que no suponía ningún avance en sus campos. De hecho, es una opinión generalizada que el test de Turing ya no sirve. 
Para seguir midiendo el progreso de la inteligencia artificial actual, los expertos desarrollan nuevas pruebas, como el reto de los esquemas de Winograd, exámenes normalizados para máquinas, el test de Turing corporeizado, I-atlón o Lovelace 2.0.

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