Virus y enfermedades zoonóticas: los murciélagos como reservorios naturales

¿De dónde salió el SARS-CoV-2? Saber cómo llegó el virus hasta el paciente cero es importante, pero también lo es encontrar el reservorio natural donde se hospeda, de donde inició su salto hacia otras especies. Lo más probable es que sean los murciélagos, como sucede con otros coronavirus. Y, mediante un huésped intermedio, este 'nuevo' virus pasó de los animales a los seres humanos. «El murciélago sería el huésped primario u original, por comparación con los coronavirus de murciélagos ya conocidos y que estén emparentados con ellos», explica a SINC Fernando González Candelas, catedrático de Genética de la Universitat de València e investigador de FISABIO. 

Entre otros, los murciélagos representan un importante reservorio del virus de la rabia en ciertas regiones, y también del virus de Nipah, del virus Hendra y posiblemente del virus del Ébola. También los murciélagos son el origen más probable del MERS-CoV, que se habría transmitido en algún momento pasado a los camellos, y del SARS-CoV, que se propagó a las civetas de las palmeras del Himalaya, a los tejones turón y a los perros mapache o tanukisAunque hablemos en general de 'murciélago' y 'murciélagos', hay que tener en cuenta que existen distintos géneros y especies dentro de estos. Por ejemplo, para el virus de Marburgo se considera que el huésped natural es el murciélago de la fruta, Rousettus aegyptiacus. En el caso de Nipah y Hendra, su reservorio natural son los 'zorros voladores', del género Pteropus.

El virus de Nipah se reconoció por primera vez en 1999 en Malasia, en un brote entre criadores de cerdos. Dos años antes, grandes extensiones de bosques tropicales en diversas regiones de Indonesia habían sido pasto de las llamas y el espeso humo de estos incendios forestales cubría gran parte de Indonesia, Malasia y regiones vecinas. Un suceso y otro están relacionados, aunque el vínculo entre el incendio de los bosques de Borneo y la epidemia de granjas porcinas de Malasia no se descubrió hasta 2004. ¿Qué había ocurrido? Tras los incendios, algunas especies de murciélagos frugívoros se vieron obligados a emigrar en busca de frutos para alimentarse. Así llegarían hasta el pueblo Kampung Sugai Nipah, al oeste de Kuala Lumpur. En esa región se criaban decenas de miles de cerdos, en cuyos corrales caían los restos contaminados de la fruta que consumían los murciélagos y quizás saliva, orina y heces.

Los virus zoonóticos de los murciélagos son más frecuentes en América del Sur y Centroamérica y partes de Asia. Identificarlos es clave para evaluar su posible amenaza para la salud humana, ayudar a controlar las enfermedades emergentes y prevenir futuros brotes. Por ejemplo, el 'nuevo' coronavirus es nuevo para las personas, pero según un estudio publicado en julio de 2020 en la revista Nature Microbiology, lleva décadas circulando indetectado entre los murciélagos, entre 40 y 70 años. El virólogo británico Edward Holmes y sus colegas chinos informaron en marzo del 2021 del descubrimiento de «una auténtica sopa de coronavirus» tras analizar 411 muestras de 23 murciélagos tomadas a unos 1.800 km de Wuhan. Se identificaron cuatro nuevos coronavirus relacionados con el SARS-CoV-2 y tres relacionados con el SARS-CoV.

Otro trabajo, publicado en febrero de 2021 en Nature Communications, predice que Rhinolophus ferrumequinum y Rhinolophus affinis podrían albergar 68 y 45 nuevos coronavirus, respectivamente, incluyendo el SARS-CoV-2. Además, en el trabajo también se identifica una amplia gama de especies que se prevé que albergarán el SARS-CoV-2 y otros coronavirus. Entre los de mayor prioridad se encuentra Scotophilus kuhlii, en el que se predicen 48 interacciones o recombinaciones.

Los murciélagos, como otros animales salvajes, hospedan virus que pueden acabar saltando a los humanos. Ahora bien, sería un error echarles la culpa de cualquier epidemia o pandemia como las ya conocidas. Como remarca el virólogo Holmes, «estos eventos de aparición de enfermedades están causados por las actividades humanas, no por los murciélagos y otros animales». Al contrario, estos animales «nos proporcionan grandes beneficios y servicios como depredadores de insectos transmisores de enfermedades y plagas de nuestros cultivos, como polinizadores y dispersores de semillas, entre otros servicios ambientales»Actuar contra ellos supondría aumentar el riesgo de que aparezcan nuevas enfermedades, puesto que «la deforestación, las extinciones masivas y el comercio ilegal de especies favorece el salto de patógenos, antes contenidos en los ecosistemas, a los humanos»En una sola frase: «Cuanto más destruyamos la naturaleza, más riesgo habrá de que aparezcan enfermedades temibles como el COVID-19».

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Imagen de cabecera: de Marie Jullion en Wikimedia Commons

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