Óscar Zurriaga: «Usar metáforas bélicas en la COVID-19 culpabiliza solo al virus y no al resto de causas necesarias para la pandemia»

Óscar Zurriaga es epidemiólogo, profesor titular del Departamento de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universitat de València y jefe de sección de Estudios e Información Epidemiológica, dentro de la Dirección General de Salud Pública y Adicciones de la Generalitat Valenciana. Actualmente también es el vicepresidente de la Sociedad Española de Epidemiología (SEE). 

Zurriaga se dedica a la epidemiología y, además, le gusta divulgarla. Por eso hace unos años abrió el blog 'Epi y Mas'. «Para divertirme, básicamente; para utilizar los recortes de trabajo que vas haciendo y que se quedan desaprovechados», explica. Y añade: «A mí me ha gustado siempre escribir y era una manera de poner en público cosas que, si no, se habrían quedado escondidas en el cajón». Ahora publica frecuentemente en la plataforma The Conversation, convencido de que «de alguna manera los científicos tendrían que divulgar obligatoriamente, porque tienen una responsabilidad social».

Con la irrupción del nuevo coronavirus, la ciencia ha estado muy presente en los medios de comunicación. ¿Piensa que la COVID-19 supondrá un cambio en el interés por la comunicación científica o es una burbuja a causa de esta situación de crisis?

Es bueno que no sean las noticias más frívolas las que ocupan las portadas, pero el problema es tratar la información sobre la COVID-19 casi como si fuera información deportiva: «sube tanto», «baja tanto», «¿qué día haremos tal cosa?». Se acaba provocando hastío en la ciudadanía y se da importancia a situaciones circunstanciales. No es necesario tener una información diaria, puntual, de lo que está pasando. Creo que ha habido una infodemia y, además, se ha dado demasiada relevancia a gente que no era la más apropiada para hablar sobre la pandemia. 

Por ejemplo, a través de la prensa y de las redes sociales hemos vivido día a día y en tiempo récord el desarrollo de diversas vacunas contra el nuevo virus. Conocemos el nombre de cada laboratorio y queremos saber cuál nos administrarán. En cambio, eso no pasa con otras vacunas.

A la ciudadanía sí que le importa qué vacuna le están poniendo, pero el motivo por el que lo pregunta no es seguramente el mejor. Hemos tenido tanta información que no hemos podido procesarla, se están tomando decisiones pero no con la información más adecuada. En ese punto es donde deberíamos estar: lo que importa es que la gente tenga suficiente información para tomar decisiones formadas. El problema es que hemos pasado de no preguntar nada a preguntarlo todo, y en muchas ocasiones nos hemos quedado en la superficie o en la anécdota. Cuando intentas explicarlo, a veces es complicado porque ya hay mucha información que ha llegado como ha llegado, y es complicado volver atrás. Pero no pienso que sea malo que la ciudadanía tenga información. 

La OMS advertía de la amenaza de una emergencia sanitaria como esta y, sin embargo, parece que ningún país estaba preparado. ¿Qué errores se cometieron en el estallido de la pandemia y qué hemos aprendido para el futuro?

Hace muchos años que se elaboran planes de preparación pandémica, pero nunca se han hecho suficientes simulacros, igual que se hacen de incendios y de otras catástrofes. Aparte, esta ha sido una situación absolutamente nueva y muy difícil de ensayar. La estamos viviendo y todavía no sabemos muy bien por dónde irá. Nos ha cogido en un momento particularmente malo, veníamos de una crisis económica muy fuerte, con una reducción de los recursos en general, y de los públicos en particular, y dentro de estos, los sanitarios. En España, además, la Ley General de Salud Pública de 2011 todavía está por desarrollar. Hasta en los países que podían estar en mejor situación que nosotros se ha visto que fallan cosas. Nadie ha quedado bien en esta pandemia, era difícil poder hacerle frente con suficientes garantías de éxito. 

En redes sociales ha criticado el uso del lenguaje bélico para referirse a la pandemia. ¿Cuáles son los riesgos de recurrir a estas metáforas de la guerra?

Las palabras no son neutrales. Cuando se utiliza una metáfora bélica para hablar de cualquier problema de salud se generan problemas: hay víctimas, hay culpables, hay arsenales... Eso puede ser negativo. Es interesante que los lingüistas y los semióticos analicen esta pandemia. Además, a menudo se nos olvida que los microorganismos son causa necesaria, pero no suficiente para que haya una enfermedad y nos produzca problemas. Hay una constelación de otras causas necesarias, como el contexto socioeconómico, el urbanismo, la salubridad, la infravivienda, los recursos culturales, ambientales y educativos... El virus no nos iguala a todos, el virus ha afectado más a quien ya estaba más desfavorecido, quien tenía peores condiciones de vida. Usar estas metáforas culpabiliza solo al virus y no al resto de condiciones, y eso es un error. Y en el campo oncológico, cuando usas estas metáforas estás culpabilizando a los pacientes: «No ha luchado lo suficiente».

Su último artículo en The Conversation trata de la guerra, pero de una guerra real: la invasión de Ucrania. Es evidente que las guerras causen muertes y heridas, pero su texto va mucho más allá.

Muchas veces nos quedamos en las bajas militares en un campo y en el otro, pero se nos olvida todo lo demás. Una guerra provoca una disrupción total de la vida de las personas, que afecta mucho más que las bajas militares. Ahora mismo estamos viviendo un éxodo de mujeres y niños por toda Europa, mujeres que viven violencia, embarazos forzados, secuestros, abusos sexuales, esclavitud... También está el estrés postraumático y todos los problemas de salud mental que se agravarán. También, la crisis asistencial en los hospitales, en los centros de salud... Ucrania tenía una de las coberturas vacunales más bajas de Europa. ¿Nos preocupamos ahora de eso, de cómo está la situación de la pandemia? Evidentemente, no. Pero la guerra podría suponer la difusión de una nueva variante por toda Europa. En cuanto a la salud infantil, los niños están sufriendo más que nadie, cruzando Europa sin saber dónde y cómo se ubican, qué pérdidas tendrán, si podrán volver a su ámbito... Tendremos toda una generación afectada durante muchos años. Si la guerra terminara mañana, todas estas cuestiones seguirían.

¿Dónde tiene que poner el foco la epidemiología para hacer frente a nuevas epidemias?

La epidemiología no se dedica solo a las epidemias, se dedica a todos los problemas de salud que pueden tener una influencia sobre la población y a las causas para que se convierta en un problema. Los retos de la epidemiología en este momento son tener unos recursos humanos y una consideración dentro de la estructura de la administración suficientes para poder hacer frente a estas situaciones. Hay toda una generación que comenzó a finales de los años 80 y que se está jubilando ahora, y no tenemos el recambio que debería haber. Y tecnológicamente hay muchas autonomías atrasadas, que no aguantan una prueba de esfuerzo como ha sido la pandemia. Los fondos europeos pueden suponer un paso adelante, pero hará falta gente formada y puestos de trabajo. Y también hay que desarrollar estructuras previstas en la Ley de Salud Pública de 2011 y que todavía están pendientes, como el Centro Estatal de Salud Pública. Por lo tanto, se necesitan recursos humanos y técnicos suficientes, recursos normativos y estrategia para tirar adelante. Justo hoy [9 de marzo] la SEE ha sacado una nota de prensa haciendo balance de los dos años de pandemia y pidiendo eso.

Pero estas reivindicaciones son en el ámbito estatal. ¿Y a escala global?

Sí, la estrategia tiene que ser global, ni tan solo nacional. Por eso hemos criticado también el nacionalismo vacunal. No sirve de nada tener una visión nacionalista, «esto es un virus chino» y cosas así. Es una visión muy cortoplacista que no nos trae nada bueno. Por lo tanto, hay que tener una visión de salud global.

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