El don de la palabra, y del pensamiento

Gracias al lenguaje, los seres humanos somos una especie singular en el planeta. Poseer esta capacidad nos permite comunicar pensamientos y sentimientos, permite elaborar cadenas complejas de pensamiento y comunicarlas de una mente a otra con gran fidelidad. Gracias a él, nuestros ancestros pudieron establecer relaciones sociales y jerárquicas con rapidez y facilidad y transmitir información útil para la superviviencia del grupo.

Los seres humanos tenemos además la capacidad de crear y manejar representaciones simbólicas de la realidad, y transmitirlas a otras personas. Este pensamiento simbólico hace posible conocer y aprender conceptos sin la necesidad de experimentarlos de forma directa. Y no solo eso, gracias a él podemos hacer referencia al pasado, al futuro y a cosas inexistentes

El lenguaje es inequívocamente humano. Como apunta Cristina Junyent en este reportaje para la revista Mètode, «en el reino animal se encuentran algunos de los rasgos fundamentales del lenguaje humano, pero ninguna otra especie los reúne todos». Los animales se comunican, con gestos y sonidos, pero solo Homo sapiens reúne todos los elementos que se considera que deben existir para que exista el lenguaje: autoconciencia, sintaxis, desplazamiento (la capacidad de pensar más allá del aquí y el ahora) y simbolismo. «Los animales, desde una tierna y minúscula garrapata hasta las imponentes ballenas azules, utilizamos un colorido repertorio de sistemas de comunicación», escribe Xurxo Mariño en el artículo 'Una simple huella', pero «no conocemos ningún sistema de comunicación animal –no humano– que utilice símbolos. Lo que se utiliza son signos de otro tipo: la mayoría son índices, y algunos son iconos.»

El investigador Wolfram Hinzen, entrevistado por Junyent con motivo de la exposición 'Talking Brains', asegura que «la cognición colapsa cuando el lenguaje no se desarrolla. El lenguaje, pues, es fundamental: los seres humanos llegamos a la cognición a través del lenguaje. Si miramos el reino animal, veremos que otros animales no humanos tienen capacidades cognitivas y se comunican; pero lo hacen de otro modo. En nuestro caso, el lenguaje organiza nuestro pensamiento.» En el mismo sentido se expresa Mariño, en la introducción de El misterio de la mente simbólica: «El lenguaje no es solo un sistema de comunicación, sino también –o sobre todo– una herramienta para articular el pensamiento». ¿Quiere decir eso que en nuestra mente solo pueden 'aparecer' palabras? No. Podemos notar un pinchazo, percibir el sabor umami, oler la tierra mojada, sentir ansiedad o agobio ante la multitud, contagiarse el llanto o la risa de otra persona, despertar recuerdos al escuchar unos acordes. Ahora bien, todo esto tiene algo en común: no implica un pensamiento voluntario ni una planificación; simplemente 'surge' o 'se siente'. Incluso cuando reflexionamos, llevamos a cabo una especie de monólogo interior, con palabras.

En todo caso, para poder explicar o describir a otras personas las sensaciones percibidas sí que deberemos recurrir al lenguaje. ¿Cómo poner sobre el papel un pensamiento, si no es con palabras? Para el profesor de Lengua Alfredo Tarazaga, el pensamiento y la forma de expresarlo son dos caras de la misma moneda. Pero incluso puede suceder que aparezcan pensamientos que no se pueden expresar mediante el lenguaje, que no se pueden convertir en palabras. La cuestión es que cuando no somos capaces de verbalizar lo que tenemos en nuestra cabeza, no sabemos tampoco cómo transmitirlo a otros. Ahora bien, resulta obvio que para entendernos y darnos a entender es necesario compartir el mismo código, tener un lenguaje compartido. Aunque todas tienen un origen común, el 'humano', en el mundo se hablan cerca de 7.000 lenguas, orales y de signos.

Volviendo a El misterio de la mente simbólica, el autor asegura que «cada vez que reflexionamos sobre algún asunto, o cada vez que elaboramos un plan de acción, estamos apoyando nuestra mente sobre el sólido y a la vez intangible edificio del lenguaje». Elaborar un plan de acción requiere describir el objetivo a alcanzar, así como las tareas o pasos necesarios y las fechas de cada uno. También, designar personas que se encarguen de realizar cada tarea, recursos para conseguirlo y medidas para evaluar la acción. Incluso si lo comunicamos mediante pictogramas, colores, números o gestos, estamos recurriendo al lenguaje, ya que para que nuestros congéneres lo entiendan, su (de)codificación debe ser la misma que la nuestra.

En definitiva, necesitamos el lenguaje para «narrar historias, crear una religión, pensar en el futuro, planificar la vida, hablar de política», como expone Hinzen. Sin lenguaje no es posible elaborar planes de acción y transmitirlos a los congéneres; sin lenguaje no tenemos «la capacidad potentísima de reconstruir y analizar las acciones pasadas, así como la de proyectar y sopesar las futuras según un plan consciente», citando a Pedro José Carcajosa Arroyo en De los quarks a la próxima extinción.

Imagen de cabecera: de Immo Wegmann en Unsplash


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