Los 'preprints' y la difusión de información científica: ¿oportunidad o problema?

En la asignatura de Publicaciones y congresos científicos se describía la revisión por pares como «un invento magnífico, parte fundamental del avance de las ciencias en las últimas décadas». El peer review es un sistema de revisión –con sus problemas y defectos, también– que consiste en que revisen un artículo antes de que se publique «otros científicos que trabajan en temas próximos, personas del mismo 'rango' que el evaluado, pero temporalmente en posición de jefes». Es decir, si los editores o editoras de la revista consideran que el paper encaja en su publicación, se manda a una o varias personas expertas en esa temática para que propongan las correcciones pertinentes, lo acepten sin pedir modificaciones o lo rechacen sin más opción.

Este proceso de revisión para garantizar estudios originales y rigurosos lleva unos meses, incluso años en algunos casos. Así ocurrió por ejemplo con el artículo 'Climate change increases cross-species viral transmission risk', recibido por Nature el 24 de enero de 2020 y aceptado el 21 de abril de 2022. Pero en situaciones de emergencia como lo fue (y sigue siendo) la irrupción de la COVID-19, «la necesidad de alcanzar rápidamente certezas sobre la nueva y desconocida enfermedad infecciosa ha impelido a los investigadores a poner a disposición de todos de manera inmediata los resultados de sus indagaciones», como indican Emilio Delgado López-Cózar y Alberto Martín-Martín. Y este es el contexto en el que vivimos un boom de los preprints: artículos con información científica depositados directamente en repositorios, sin pasar por esa revisión por pares previa que citábamos arriba ni ser publicados en una revista científica.

Los preprints (también, prepublicaciones o preimpresiones) no son algo nuevo. De hecho, el repositorio arXiv nació en 1991. Pero el creciente acceso a Internet a lo largo de estas décadas, y especialmente vivir momentos excepcionales como la declaración de una pandemia, han causado este crecimiento del número de preprints depositados y también de la difusión de sus contenidos. Estos artículos plantean «una oportunidad para autores y editores no únicamente por el hecho de contribuir a crear una ciencia más visible e inmediata, sino también por las posibilidades que ofrece a la hora de recibir citas y feedback de la comunidad científica de forma anticipada y antes de la publicación definitiva del trabajo tras su revisión por pares», explican Santiago Mengual Andrés y Francisco M. Aliaga.

Pero a estos beneficios se contraponen algunos aspectos negativos, especialmente en el periodismo o la comunicación de la ciencia. Cabe esperar que, bien por ética bien por cuidar su reputación, los científicos sean cuidadosos con sus contribuciones, que permitirán poner al alcance de sus colegas información de interés para seguir investigando. No obstante, esos datos deberán cogerse con una cierta cautela, sabiendo que se trata de un trabajo sin revisar todavía.

De igual manera deben proceder los medios de comunicación que decidan informar sobre este tipo de trabajos. Como se apunta en la asignatura de Periodismo científico, «los objetivos de la ciencia y el periodismo son distintos. Los medios de comunicación buscan certezas en un corto plazo de tiempo [...] Sin embargo el mundo de la investigación no funciona así». O, como afirma Ignacio López-Goñi, «la ciencia necesita reposo, tiempo, repetir experimentos, que otros confirmen los mismos resultados y que unos científicos evalúen a otros. El quehacer científico a veces no es compatible con la inmediatez de la noticia.» Los preprints sacian esa sed de noticias de los medios, que buscan compartir resultados en tiempo real, pero son una pieza más de la 'ciencia apresurada' o 'ciencia exprés' y pueden llegar a ser el origen de bulos y mentiras, como lo es el ejemplo que analizan Emilio Delgado López-Cózar y Alberto Martín-Martín sobre las "misteriosas similitudes" entre el SARS-CoV-2 y el VIH. Este es un aspecto negativo a corto plazo.

El abuso de preprints como fuente periodística también tiene efectos a medio y largo plazo. En lugar de respetar y dar a conocer el método y los tiempos científicos, los distorsiona en favor de la ciencia mediática, nos arrastra a una vorágine en la que se pierde la perspectiva sobre cómo evoluciona el conocimiento.

Por tanto, considero que los preprints son un formato interesante para la comunidad científica, a modo de intercambio de resultados de una investigación. Además, este público está capacitado para valorar la información publicada y ejercer una evaluación por pares posterior, «movidos exclusivamente por su propia voluntad y por su deseo de no permitir que investigaciones no fiables y válidas contaminen el acervo científico» (López Cózar, E. D., & Martín Martín, A., 2020). La publicación de preprints también es un ejercicio de transparencia, al no estar mediada por editores de una u otra revista.

Sin embargo, hay que ir con cautela cuando se elevan las conclusiones de estos preprints a los medios de comunicación. En este caso, se amplifica la información –que, recordemos, puede ser la semilla de un bulo– y se la hace llegar a la sociedad en general, a priori no capacitada para interpretar y evaluar el trabajo inicial. Además, se acaba sometiendo la ciencia a la misma dictadura del tiempo que el periodismo, en lugar de respetar los distintos ritmos.

Foto de Finn Mund en Unsplash

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